El término Obstetricia deriva del latín obstare, que significa “restar a la espera”. El trabajo de los profesionales de la Obstetricia (obstetras y matronas) es, a priori, observar, y si todo va bien no hay que “hacer” nada. Para velar por la salud y el bienestar de la madre y el bebé se requieren una serie de exploraciones (analíticas, ecografías…), y en ocasiones sí será necesario actuar, pero esta parte más médica solo supone un 10% de lo que ocurre en una consulta de Obstetricia. El resto es algo no tangible, que no se puede pesar o medir, pero sumamente importante: la tarea de acompañar, tranquilizar, resolver dudas, dar consejos… en definitiva, empoderar a la mujer para que se sienta segura y sea la protagonista de su embarazo y parto.

Cómo “va” un embarazo está muy relacionado con cómo se vive. Una mujer que se sienta bien acompañada, segura de sí misma, con confianza, y con sus interrogantes resueltos, probablemente tolerará mejor algunos síntomas. La maternidad es intensa y es capaz de remover muchos sentimientos. La vida cambia por completo y lo hace en poco tiempo. Empoderar a una mujer es simplemente darle los medios para fortalecer su propio potencial, para creer en si misma, en su cuerpo y en sus capacidades, y así poder enfrentarse mejor a lo que está por venir.

 

¿Qué necesita una mujer embarazada?

Más allá de alimentarse bien, descansar, practicar ejercicio de forma regular, tomar ácido fólico, realizar controles obstétricos, etcétera, la mujer embarazada necesita apoyo emocional y acompañamiento. Parte de sus necesidades afectivas y emocionales quedan cubiertas por su entorno (pareja, familia, amigos), pero otras, como la resolución de dudas, la adquisición de autoconfianza y el empoderamiento recaen sobre los profesionales de la Obstetricia y, en su defecto, se buscan en otros lugares como por ejemplo internet. En definitiva, entre todos hemos de dar herramientas a la mujer para que vaya dibujando su camino. En ocasiones, simplemente “recetar” ir a hacerse un masaje relajante, apuntarse a clases de yoga o leer un libro ayuda más que cualquier pastilla.

Durante el embarazo surgen dudas, y la mujer debe poder plantearlas. Los interrogantes resueltos aportan seguridad. No tiene que dar vergüenza preguntar (¡nadie nace enseñado!), y es importante no salir de la consulta con dudas en el tintero, porque irán dando vueltas por la cabeza y la pelota se irá haciendo cada vez más grande, dando lugar a angustia y alguna que otra noche de insomnio.

Una mujer puede estar sola o acompañada, y también puede sentirse sola sin estarlo. Tener pareja, tener la madre cerca (¡y cercana!) o tener amigas que han pasado por lo mismo lo pone todo más fácil que por ejemplo vivir en un país distinto, con poca red de amistades o familiares y con otro idioma. El “efecto tribu” es sumamente importante, y si no se tiene cerca se puede buscar. Hoy en día, por suerte, hay mucha oferta de actividades para embarazadas (ejercicio, yoga, cursos de preparación al parto…), lo cual permite establecer círculos de mujeres que están pasando por la misma etapa vital, creándose lazos que probablemente se mantengan más allá del embarazo y el parto. Incluso, para las mujeres que tienen poco tiempo o que viven alejadas de núcleos urbanos, existen formas de acompañamiento a través de la red.

Las necesidades son algo individual: unas tienen más y otras menos. No todo el mundo tiene la misma sed de información, y las mismas explicaciones pueden parecer insuficientes para algunas y abrumar a otras. A su vez, cada mujer tiene su propia personalidad y su mochila de experiencias vividas. Hay gente con mucha necesidad de control, que se lo apuntan todo, que analizan cada síntoma, que necesitan muchas pruebas complementarias para asegurarse de que todo está bien, y luego hay gente más tranquila, que confía en que todo va bien, y que se agobia por excesivo control si se le hace una ecografía de más.

Así pues, lo mejor es adaptar el acompañamiento a las necesidades de cada mujer. No es tan sencillo como darle al botón del play. Cuando alguien se queja que su médico no le explica nada, mi pregunta es “¿y tú le preguntas algo? Lo ideal es que cada mujer se pregunte a si misma “¿Quién soy, cómo soy y qué necesito?”, y en base a ello busque el acompañamiento que mejor se adapte a ella. Además, los profesionales hemos de conocer a la mujer que tenemos delante y cuáles son sus necesidades. Y, paralelamente, como sociedad, hemos de hacer un poco más de tribu y de red de mujeres y acompañar a las embarazadas de nuestro entorno, sin juzgar, sin infantilizar, sino dándoles un empujoncito y empoderándolas para que cojan las riendas de su embarazo, parto y maternidad.