Los obstetras, cuando visitamos a una mujer embarazada por primera vez, necesitamos saber varias cosas sobre ella: cómo se llama, de dónde procede, si tiene algún problema de salud o la han operado alguna vez, si ha estado embarazada alguna otra vez, si hay algo a destacar en la familia o en su pareja… y también su edad. No tenemos una bola de cristal para saber a ciencia cierta cómo irá cada embarazo, pero sí que es cierto que determinados datos hacen que se nos enciendan bombillas en la cabeza y recomendemos algún que otro control extra.  La edad de la madre es uno de éstos, y hoy veremos cómo influye en el embarazo y el parto.

La media de edad de las embarazadas en nuestro entorno va in crescendo. A día de hoy vemos pocas embarazadas de 20-22 años, y he de decir que en general suelen parir bastante bien. De hecho, vemos bastantes más por encima de los 40 años que por debajo de los 25.

 

En 2016, la media de edad de las mujeres que dieron a luz en nuestro hospital fue de 34 años. La sociedad actual no lo pone excesivamente fácil para tener hijos “pronto”, y a su vez las mujeres cada vez nos exigimos más a nosotras mismas para ser la madre perfecta. La lista de factores que hacen que retrasemos la maternidad es larga, y no solo depende del hecho de trabajar.

En cambio, aunque la sociedad no sea la misma que hace cuarenta o cincuenta años, biológicamente las mujeres sí somos las mismas: a pesar de que nos hidratemos más la piel que nuestras abuelas, nuestros óvulos son iguales que los suyos. Esta discordancia entre la edad “social” y la edad biológica para ser madres hace que un número no despreciable de parejas necesite recurrir a la reproducción asistida (aunque nadie les podría decir si no lo hubiesen necesitado a los 23). Podemos decir que a partir de los 35 años la fertilidad de la mujer empieza a disminuir (y antes en algunos casos), y a partir de los cuarenta este ritmo se acelera a marchas forzadas cada mes que pasa. Con la edad no solo disminuye el número de óvulos, sino también su calidad, aumentando la probabilidad de embriones genéticamente defectuosos y por tanto la frecuencia de abortos espontáneos.

A día de hoy la edad a partir de la cual hablamos de riesgo es de 38 años. A partir de aquí, y sobre todo a partir de los 40 años, observamos más probabilidades de diabetes gestacional, hipertensión, alteraciones cromosómicas (por ejemplo el Síndrome de Down, entre otras), y también de nacimientos prematuros y partos dificultosos (con un aumento del uso de fórceps y de la tasa de cesáreas). El cuerpo no se enfrenta igual a un embarazo a los treinta que a los cuarenta años, porque no se adapta del mismo modo a los cambios hormonales y físicos que éste supone. Pero hablamos siempre de probabilidades, ¡no tenemos una bola de cristal!  Hay embarazos perfectos a los 43, del mismo modo en el que los hay complicadísimos a los 27.

¿Quiere decir esto que es peligroso quedarse embarazada más allá de los 38-40 años? Para nada si se es una mujer previamente sana, o incluso con algún problema de salud pero controlado. Con un buen control, y anticipándonos a las complicaciones que puedan surgir, el peligro es relativo, y las posibles complicaciones a menudo asumibles. Nadie tiene licencia para juzgar a qué edad una mujer decide ser madre; cada una tiene su lista de prioridades y sus posibilidades. Poner un límite “tú sí – tú no” es sumamente difícil. En nuestro país el límite legal para someterse a un tratamiento de reproducción asistida es de cincuenta años, aunque por encima de los 45 las complicaciones aumentan de manera exponencial. La edad no debería ser un motivo para renunciar a la maternidad si se tienen ganas, pero siendo conscientes de ello y llevando un buen control. Las mujeres que se enfrentan a un embarazo en edades “límite” (por encima de los 45) han de conocer a qué se enfrentan, pero una vez se han subido al tren de la maternidad no deben encontrarse juicios por el camino, sino apoyo de los profesionales y de su entorno.

¿Qué puedo decir yo de mis pacientes embarazadas +40, y +45? Para mí son especiales y les tengo mucho cariño. No hay un prototipo único, pero generalmente son embarazos muy deseados, conscientes, esperados, a menudo tras un largo recorrido de tratamientos (incluso aceptando, por el camino, la necesidad de donación de óvulos y/o esperma). Algunas son primerizas, y si se encuentran bien disfrutan de cada pequeño síntoma. Otras ya tienen experiencias previas, y empezaron su primera aventura por encima de los 35 y a los 40-42 van a por el tercero. Historias las hay miles, cada una de ellas con su particularidad: hijos más mayores y nueva pareja, maternidad en solitario… no son inconscientes, sino mujeres valientes a las que les ha pasado el tren por delante en ese momento y han decidido no dejarlo escapar.

Muchas de ellas no tendrán la oportunidad de repetir… hagamos que su vivencia sea especial.