La semana pasada hablamos sobre cómo sobrevivir a las últimas semanas de embarazo en pleno verano. Hoy nos toca el siguiente capítulo: el posparto en esta época del año. Unas cuantas de nosotras lo hemos vivido en primera persona, así que además de daros recomendaciones desde el punto de vista profesional compartiremos nuestra propia experiencia.

La subida de la leche puede hacer que aumente la temperatura corporal e incluso que se tengan unas décimas de fiebre (más de 38 grados ya no serían atribuibles a esto). Pueden aparecer además sudores, sofocos y más sensación de calor debido a los cambios hormonales que suceden tras el parto. Así pues, si hace calor porque es verano, la madre que acaba de parir lo nota más. Y a todo esto hay que añadir un bebé pegado al cuerpo. Para combatir el calor no hay nada como huir de él: aire acondicionado, sombras, ventanas abiertas… Los bebés pueden estar en lugares con aire acondicionado si éste no está a temperaturas siberianas (unos veinticinco grados es la temperatura óptima) y si el aire no les llega de forma directa.

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Carolina: “Mientras sufría el calor del embarazo con quince quilos de más no llegué a imaginar que el posparto sería peor, y encima tuvimos una ola de calor sahariano ese agosto. A los pocos días de dar a luz nos instalamos en casa de mis padres, cerca de la playa, y como tienen piscina la mayor podía chapotear y yo me resguardaba a la sombra con la pequeña, sin que le diese el sol. Lo bueno es que mi madre nos ayudó un montón, no teníamos que hacer nada más que estar por nuestras niñas”.

Sonia: “Si en medio mundo hace calor en agosto, en Barcelona ciudad más. En aquel entonces vivía en pleno centro de la ciudad, en una calle estrecha, con mucho bullicio. No teníamos aire acondicionado, y por la noche si abríamos las ventanas no podíamos dormir del ruido. Teníamos unos vecinos muy simpáticos que hacían fiestas hasta altas horas prácticamente cada día… así que pasamos bastante calor. Pasábamos bastantes días en casa de mis padres, con el aire acondicionado en marcha, nunca a más de veinticinco grados y sin que le llegase directamente el chorro de aire al peque. Y por las tardes, si no teníamos visitas, intentábamos salir cada día a que nos diese el aire”.

Laura: “Mi hija mayor nació a mediados de junio. Llegué a casa en plena subida de la leche, con unas cuantas tallas de sujetador de más y un bebé de alta demanda que todo el día necesitaba estar en contacto físico conmigo. En casa tenemos sol de tarde en el comedor, y entonces no teníamos aire acondicionado, así que os podéis imaginar los chorros de sudor que me caían. Aguanté tres o cuatro días así y le dije a mi marido que o instalábamos aire acondicionado o nos íbamos a casa de mis padres, y aunque a regañadientes fuimos a la tienda a encargarlo esa misma tarde. ¡Ese aparato cambió mi vida!”.

La leche materna tiene un gran porcentaje de agua. Por tanto, toda esta agua es líquido que pierde la madre, así que debemos reponerlo. Las mujeres que dan el pecho tienen muchísima sed, y deben hidratarse a consciencia. Si además es verano y hace calor se suda más, así que hay que beber aún más. La mejor bebida y la más sana es el agua, pero también se puede alternar con otras bebidas frías: algún refresco o zumo (evitando un consumo de azúcar excesivo), horchata, etcétera. Los bebés también necesitan hidratarse más cuando hace calor, y es posible que en las horas de más calor se note un aumento de la demanda. No hay que restringir las tomas en absoluto, la leche materna es comida y también es bebida, aquello de <<hace una hora que ha comido, no le doy pecho>> no es válido.

Carolina: “Álex comía un montón, era una tragona (nació con 2750g y al mes rozaba ya los cinco quilos), y el cuerpo me pedía líquido, y bebía muchísimo, así que nos hidratábamos las dos. Tuve pocos puntos (dos, creo), así que en este aspecto no tuve muchos problemas, y no necesité el preservativo relleno de hielo que tan bien me fue con la mayor. Los primeras días llevaba todo el kit de posparto: los discos de lactancia, las super-bragas y la super-compresa. ¡Con el calor se pegaban por todos lados! Yo lo que hice fue vestirme con pantalones cortos tipo legging, que aguantan pero no aprietan. Con tanto accesorio hasta las duchas me daban perezas, ¡pero eran tan necesarias!”.

Sonia: “Nunca jamás había necesitado dormir con la botella de agua en la mesita de noche… excepto durante la lactancia, sobre todo al principio, cuando las tomas eran muy frecuentes. Era algo automático: darle el pecho a mi hijo y tener sed al instante. Bebía de día, de noche y a todas horas. Mi hijo también notaba las altas temperaturas, y yo me daba cuenta, porque me pedía pecho mucho más a menudo en las horas de máximo calor”.  la foto 1

Sobre cómo vestir al bebé en pleno agosto nos preguntan a menudo en la consulta. Es cierto que las primeras horas los bebés no regulan del todo bien la temperatura y conviene taparlos bien, pero después por norma general han de ir vestidos con las mismas capas de ropa que nosotras. A menudo, en casa, van simplemente con el pañal, aunque al tenerlos encima o darles el pecho se pueden quedar literalmente pegados a su madre. Al salir siempre os aconsejamos llevar algo fino para poderles cubrir las piernas si se entra en algún lugar con aire acondicionado por ejemplo. ¡Ojo con tapar el capazo del carrito con un paño o muselina! La temperatura a la que puede llegarse ahí dentro puede ser realmente peligrosa.

Carolina:En la clínica Álex iba vestida con todo el “pack” de mami clásica: batista, jersey y ranita de perlé, y calcetines o patucos. Pero eso fue solo en la clínica, luego la tuve todo el mes de agosto simplemente con el pañal, poniéndole algún bodi o pelele para dormir o cuando salíamos”.

Laura: “Cuando nació mi niña me regalaron un montón de vestidos y conjuntos monísimos. Pero lo que me fue realmente bien fueron los peleles de algodón (es decir, los pijamas cortos de una sola pieza), bien fresquitos. Se los ponía de día y de noche. Alguna siesta en pañal hizo, pero como necesitaba contacto físico perpetuamente no solía tenerla sin ropa, porque sudábamos un montón las dos y nos quedábamos literalmente pegadas la una a la otra”.

Así como al final del embarazo, salvo excepciones, os damos pista libre para refrescaros en la playa o en la piscina, en el posparto la cosa cambia. Además de las pérdidas de sangre y la posible presencia de puntos, hay un motivo importante para no bañarse: el riesgo de infección. El útero contiene los loquios (que son los restos de sangre, moco y tejido que se van perdiendo durante la cuarentena), y cuello no está del todo cerrado, de modo el hecho de sumergirse en agua podría facilitar una infección en el útero (llamada endometritis).

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Carolina: “Lo peor del posparto, sin duda, fue pasar la famosa cuarentena sin bañarme, y encima viendo cómo se remojaban todos. Eso se me hizo realmente insoportable, aunque me iba mojando un poco con la manguera. Y a la que Álex hizo un mes y dejé de perder… ¡al agua patos!”.

Laura: “El tema de no poderme bañar lo llevé mejor de lo que me pensaba. De hecho, casi no pensé en ello, y creo que si hubiese podido bañarme tampoco hubiese encontrado el momento. ¡No tenía tiempo para nada!”.

Sonia: “Mis padres tienen piscina, y las últimas semanas de embarazo prácticamente viví dentro del agua. En cambio después del parto me dedicaba a verla desde el balcón con unas ganas locas de meterme dentro. Al final, cuando el peque tenía tres semanas, lo que hice fue bajar algún día sobre las siete-ocho de la tarde, cuando ya no hacía sol, y me mojaba los pies en la piscina pequeña”.

Y, por último, el otro tema estrella es salir o no salir. Si el pediatra no dice lo contrario o se trata de un bebé prematuro, un recién nacido puede salir a la calle prácticamente desde el primer día. Es aconsejable evitar salir durante las horas de máximo calor en la medida de lo posible, intentar ir por la sombra cuando se pueda y proteger al bebé del sol.

Laura: “Mi niña era de poco dormir, y en la calle se relajaba. Pero salir a según qué horas era peor que estar en casa. Por la mañana aprovechábamos para hacer recados, compras, etcétera, en lugares fresquitos con aire acondicionado. Después de comer me metía en la cama, le daba el pecho tumbada a la niña y nos quedábamos las dos fritas un par de horas. Este momento era mi oasis, lo que me permitía estar activa desde el primer día y compensar el poco descanso nocturno, y siempre se lo recomiendo a mis pacientes. Por las tardes, cuando ya no hacía sol, salíamos a dar una vuelta”.

¡Y hasta aquí nuestro post veraniego! Esperamos que os sea útil, y os animamos a comentar vuestras experiencias para compartirlas con otras mamis y futuras mamis. ¡Y recordad que Mater Training no cerramos por vacaciones!