Para entender bien de qué os hablaré, es esencial que entendáis qué es la placenta. Aunque los profesionales de la sanidad lo vemos como algo obvio, la realidad es que muchas mujeres y hombres desconocen qué y cómo es la placenta.

Placenta proviene del latín y su nombre significa “torta plana”, refiriéndose a su aspecto en humanos. Esta torta sirve de conexión entre la madre y el bebé, ayudando en la alimentación y oxigenación del bebé. La placenta está adherida al útero de la madre y de ella sale el cordón umbilical que llega hasta la barriga del bebé. La bolsa amniótica envuelve la placenta y el bebé.

Os he dicho que la placenta está adherida al útero de la madre, aquí está el quid de la cuestión. Depende de en qué zona del útero se encuentre la placenta, será normal o por lo contrario puede ocasionar un problema. Se puede encontrar en la parte superior del útero, en su cara anterior, en la cara posterior, más arriba o más abajo. El problema viene cuando la placenta se localiza tocando o tapando el orificio por donde tiene que salir el bebé (el cuello del útero). Para que entendáis por qué es un problema, os tenéis que imaginar a la placenta como una esponja llena de sangre. Si el bebé intenta salir y se la encuentra en el camino, la exprimirá y saldrá toda esta sangre. Por lo tanto, cuando haya contracciones que empujen al bebé hacia la salida, habrá con mucha probabilidad sangrado. El sangrado será más o menos intenso en función de si las contracciones son más o menos fuertes y en función de si obstruye todo el paso o tan sólo parte del canal.

Es por  este motivo (el sangrado o el riesgo de sangrar) que se indica cesárea a todas las pacientes que tienen la mala pata de que la placenta se les haya colocado en el sitio menos oportuno.

También es el riesgo de sangrado el motivo por el que a estas pacientes se les recomienda reposo relativo (tanto físico, como sexual). Pues mientras más actividad, más probabilidad de contracciones y por lo tanto, mayor riesgo de sangrado. Y no nos interesa que el sangrado suceda en una etapa temprana de la gestación, porque nos podría llevar a tener que hacer una cesárea urgente en un bebé prematuro.

Un dato a tener en cuenta es que la placenta puede desplazarse de donde se ve inicialmente por ecografía. Con esto quiero decir que si en la semana 20 de embarazo os dicen que tenéis la placenta previa, hay que esperar a ver qué ocurre con ella en el tercer trimestre. En la mayoría de las ocasiones, esta placenta que en el segundo trimestre la vemos tapando parcialmente el orificio de salida, más adelante subirá y en el tercer trimestre la encontraremos posicionada de una forma totalmente normal, y sin causar ningún problema para el parto vaginal.

 

  • Hay algunos factores que aumentan las probabilidades de sufrir una placenta previa:

– Si has tenido una placenta previa en un embarazo anterior

– Si el parto anterior ha sido por cesárea  (a más cesáreas anteriores, más riesgo)

– Si has tenido alguna otra cirugía uterina (legrados, miomas, …)

– Consumo de tóxicos como cocaína o tabaco.

 

  • Si ya estás entrando en el tercer trimestre y aún persiste el diagnóstico de placenta previa, las recomendaciones hasta finalizar el embarazo son:

– No mantener relaciones sexuales

– Evitar actividad física demasiado intensa

– No hacer esfuerzos innecesarios

– Evitar exploraciones vaginales por parte del ginecólogo o comadrona.

 

Si tienes alguna experiencia con la placenta previa que quieras compartir, será muy enriquecedor para todos poder leerla y aprender de la misma. Y si te han dicho que tienes la placenta previa y deseas hacernos alguna pregunta, ¡estaremos encantadas de responder!