Tuve un embarazo espectacularmente bueno, con una infección de orina de por medio que me hizo guardar reposo, pero por lo demás genial. Me pasé todo el embarazo preparándome para un parto natural respetado y sin medicación. Al final del embarazo mi ginecóloga me comentó que el bebé no se encajaba y que posiblemente no lo haría, que había la posibilidad de que el canal del parto no fuera de suficiente tamaño, que si llegaba a la semana 41 posiblemente habría que provocar el parto y tenía muchos números para terminar en cesárea. Así que además del plan de parto que tenía elaborado, hice rápidamente un plan de cesárea.
A las 40+2 rompí aguas por la mañana y con relativa tranquilidad terminé de preparar mis cosas y me fui a urgencias. Allí avisé que llevaba casualmente las ayunas hechas y que posiblemente fuera una cesárea. El comadrón me hizo un tacto, me monitorizó y al comprobar que el bebé estaba muy arriba y que apenas había evolución, habló con mi ginecóloga y confirmó la cesárea.
No había prisa, yo me encontraba bien, estaba muy tranquila, el bebé estaba bien, así que prepararon el quirófano, me pusieron la intradural e invitaron a mi marido a presenciar la cesárea (tal y como yo pedí). Pese a la ilusión que tenía por un parto natural, finalmente la cesárea fue una experiencia muy bonita. Mi marido estuvo conmigo casi todo el tiempo (salvo el momento de poner la intradural). Vimos el nacimiento de nuestro bebé juntos, mi marido pudo grabarlo todo, pude tocar el bebé desde el primer momento, hacer el piel con piel (cosa que facilitó que la subida de la leche fuera en apenas 2 días como en un parto normal). Tengo que decir que de toda la experiencia, el momento que más me impresionó fue ver cómo cuando me pusieron al bebé encima, llorando a pleno pulmón, se calló de golpe, sentir cómo mi bebé me identificaba como su mamá sin habernos visto nunca.
Espero que os sirva a todas mi experiencia.
Un abrazo.