Casi todo el mundo tiene más o menos claro que el parto es algo íntimo. A pesar de que las salas de espera de las salas de partos suelen estar abarrotadas de familiares impacientes y deseosos de conocer al recién nacido (ya escribimos un artículo sobre este tema hace un tiempo), de puertas hacia adentro la mujer y su pareja o acompañante suelen estar tranquilos.

Pero… ¿qué ocurre tras el parto? En casi todos los hospitales, si no hay complicaciones el bebé se coloca encima de la madre, simplemente con un pañal y un gorrito, piel con piel y bien tapado con un arrullo o una manta suave para que no pierda calor. Así, bien calentito, pondrá en marcha sus cinco sentidos para conseguir agarrarse al pezón y descubrir su nuevo mundo.

Esto se conoce como periodo sensitivo o estado de alerta tranquila, porque los bebés están despiertos, receptivos, con los ojos abiertos, pero generalmente tranquilos. Y así suben a la habitación, encima de su mamá, previo paso por el pasillo. Uuuups… el pasillo. ¡Socorro! Algunas parejas tienen suerte y consiguen ir a parir de incógnito, pero otras tienen una colección de familiares esperándoles. El paso de la calma y el silencio a ruidos, besos y abrazos, justo en ese momento, no es lo que más beneficia al bebé, y además a la madre no siempre le apetece compañía en ese instante.

Lo ideal es que la nueva familia pase sus primeras horas con la máxima intimidad y tranquilidad. Después del periodo de alerta tranquila que he comentado, el bebé suele entrar en un sueño profundo. Esa será, probablemente, su dormida más larga de los próximos días, y lo ideal es que la madre y su pareja u otro acompañante puedan aprovechar para descansar. El nacimiento es una maratón para todos, y hay que recuperarse. Esto no quiere decir que no pueda haber nadie más en la habitación, la elección siempre es de los padres. Pero, sobre todo, si hay alguien, tiene que respetar la tranquilidad y el descanso, y dejar al bebé junto a su madre o su padre en todo momento. ¡Ya habrá tiempo para cogerlo en brazos!

 

Si hay hermanos mayores, lo ideal es que conozcan al bebé en la máxima intimidad posible, sin que nadie les atosigue. A veces se le deja entrar al área de partos justo antes de que la madre y el bebé suban a planta precisamente para garantizar esta intimidad (en nuestro hospital, por ejemplo, lo hacemos a menudo). Si no, es mejor esperar a llegar a la habitación. Para los padres, la llegada del pequeño es emocionante, pero el primer encuentro entre hermanos es aún más intenso, y un pasillo no es el lugar ideal para ello.

 

Los días sucesivos, las visitas de familiares y amigos serán habituales. Aunque parece que cada vez hay más gente que es consciente de que no hace falta ir al hospital a conocer al recién nacido, esta norma social sigue muy anclada. En ocasiones las habitaciones de las nuevas mamás parecen escaparates, y a veces no se puede ni entrar con la gente que hay. Si tuviesen timbres, quizás muchas familias no abrirían la puerta. Si la madre se encuentra bien y se siente animada, puede ser que agradezca tener visitas. Pero lo que vemos más a menudo en los hospitales son madres y padres agobiados de tanta visita, que no consiguen dar el pecho con tranquilidad o de echar una cabezada, que reciben opiniones y juicios por todos lados, y que se mueren de ganas de marcharse de alta por estar tranquilos. Lo que muchos no imaginan es que, una vez en casa, el goteo de visitas sigue… y algunos hasta repiten (cuando quizás no habían dado señales de vida en años).

 No hay que tener miedo a decir que no se desean visitas los primeros días, o durante el primer día, o incluso en casa. Tampoco pasa nada por enviar a la gente a tomar un café si se necesita un rato de intimidad. No se van a perder amistades por ello. Después de comer, lo que hay que hacer es echarse un rato y descansar, y coger fuerzas para la noche, y no servir café a los invitados. Por la tarde, puede apetecer más un paseo que estar metido en casa con visitas. El bebé será bebé durante mucho tiempo, y no es una emergencia que todo el mundo lo conozca el primer día o la primera semana. Y, si las visitas apetecen, ¡ningún problema! Pero siempre respetando los ritmos del bebé, evitando a poder ser que vaya de mano en mano.

Así pues, en resumen, hay que preservar la tranquilidad y la intimidad de la nueva familia tras el parto. Los protagonistas son ellos, y hay que pensar en su bienestar. Si les apetecen visitas, perfecto, y si no, hay que dejarles descansar y disfrutar de su bebé.

 

Las que ya sois madres, ¿cuál ha sido vuestra experiencia con las visitas de familiares y amigos tras el parto?