Todo empezó en la semana 26 de embarazo: parecía que perdía líquido amniótico, empezaron contracciones y algo no funcionaba bien, y mi gine S.Sánchez decidió ingresarme durante 15 días… Consiguieron pararme las contracciones e introducirme en un estudio donde me pudieron poner un pesario.

Reposo en casa hasta la semana 34. Con todo este tiempo libre y eterno me había imaginado 1000 partos. El 18 de julio de 2012 me levanté con vómitos (no había tenido en todo el embarazo), y de repente vi un charquito de agua en el suelo del baño. Pensé que se me había escapado el “pis”, pero con el riesgo que tenía salimos volando al hospital. Buscaba a mi gine como loca. Por suerte le quedaban 15 minutos para salir de guardia, me revisó y llegó el momento en que me dijo: “Bueno, hasta aquí hemos llegado. Muy bien, 8 semanas aguantando como una campeona, avisa a Javi, que si tenemos pediatras disponibles, en nada estan aquí”… Yo no entendía…. Dije “¿ya?….. Una contradicción de sentimientos me invadía… Satisfacción, miedo, alegría, tristeza…..

Toda la familia volando al hospital, entré a quirófano, el anestesista genial, super gracioso y amable. Empezaron con la cesárea, Javi nació a las 10.13 con 2.010 g, salió con los ojos cerraditos y buscando comida, y Paola nació a las 10’14, con 1610g, ella salió con los ojos abiertos y parecía que lo miraba todo. Un descanso enorme me invadió. Habían nacido de 34 semanas, sin asistencia respiratoria, estuvieron en la incubadora hasta la semana 36 por el peso y la maduración y nos los llevamos a casa sin ninguna complicación.

Con mi relato quiero desear suerte a toda futura mamá, y sobretodo a las que tengan que mantener reposo les doy mucho ánimo y paciencia. Y dar muchas gracias a mi gine S. Sánchez porque se convirtió en un apoyo super importante para mí y lo sigue siendo.