A día de hoy cada vez son más las mujeres que se pinchan heparina durante el embarazo con el fin de evitar complicaciones tanto para la madre como para el feto. Habitualmente son mujeres con trombofilias (patologías de la coagulación de la sangre), enfermedades autoinmunes o antecedentes previos de complicaciones del embarazo, y suelen ser pacientes controladas en Unidades de Alto Riesgo Obstétrico, con seguimiento conjunto con el hematólogo.

anestesistaEl tratamiento con heparina no suele tener efectos secundarios más allá de la aparición de hematomas en las zonas de punción. Sí que es cierto que un tratamiento prolongado puede dificultar la absorción de calcio por parte de los huesos de la madre, por lo que se suelen recetar suplementos de calcio a estas pacientes. El principal interrogante aparece cuando empezamos a plantearnos el tema del parto: ¿es necesario programarlo? ¿Qué ocurre si la mujer se pone de parto y se acaba de administrar la heparina? ¿Se puede poner anestesia epidural? Hoy intentaré resolver estos interrogantes que me plantean mis pacientes en la consulta.
Un tratamiento con heparina no tiene por qué implicar un parto sin anestesia, a no ser que la mujer lo decida así. Pero sí que es cierto que para poder administrarla con seguridad es necesario que hayan pasado unas determinadas horas (12 o 24, según la dosis de heparina que tenga pautada la paciente) desde la última inyección. Hay pacientes que prefieren planificar el parto para poder calcular con qué anterioridad deben suspender la heparina para asegurarse la posibilidad de anestesia, mientras que otras optan por esperar a que el parto se inicie de forma espontánea sabiendo que puede ser que no tengan suficiente margen. Ninguna opción es mejor que otra, y la opinión de la paciente es importante. Eso sí, en caso de cesárea, si no se pudiese pinchar la espalda sería necesario recurrir a la anestesia general. 
Como hemos dicho, el margen de cara a poder administrar anestesia epidural puede ser de 12 horas o de 24. En una situación u otra el escenario es diferente, ya que con doce horas de margen podemos jugar un poco más diciendo a la paciente que si nota molestias no se pinche la heparina esa noche y se venga al hospital para que la valoremos. En cambio, cuando necesitamos 24 horas significa que la dosis de heparina es mayor, y en este caso lo más prudente puede ser programar el parto para suspenderla con un margen suficiente de tiempo, ya no solo para garantizar el uso de anestesia si la paciente lo desea, sino para evitar complicaciones hemorrágicas.
Otro motivo para programar una inducción del parto, más allá del uso de la anestesia epidural, es la propia patología que hace necesaria la heparina. Algunas trombofilias tienen mayor riesgo de complicaciones (tanto maternas como fetales) en la recta final del embarazo, y por la propia patología podría ser recomendable finalizar la gestación antes de las 40 semanas (o incluso las 37). Por otro lado, algunas son pacientes que han tenido complicaciones en embarazos previos, con la ansiedad que ello puede generar cuando se acerca el término. Todo ello puede decantar la balanza a favor de la inducción del parto.
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Como conclusión, cada paciente es única y hay que individualizar cada caso, teniendo en cuenta la patología, la dosis de heparina y la opinión de la mujer. Es cierto que un parto inducido tiene mayores probabilidades de acabar en cesárea que uno que empieza de forma espontánea, pero en algunos casos merecerá la pena correr ese riesgo para que todo salga bien.
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