convertir anestesista en gine i posar interrogant

Todo el mundo sabe que el parto es algo doloroso. Con cada contracción el músculo uterino se endurece, se dilata el cuello del útero y la cabeza del bebé ejerce presión sobre los tejidos del suelo pélvico. Cada una de estas tres cosas es dolorosa, así que si las sumamos el resultado es un dolor de moderado a intenso.

Hoy en día las mujeres toman decisiones acerca de su parto, y por tanto pueden decidir si desean un parto sin dolor gracias a la anestesia epidural o peridural. Y para gustos los colores: del mismo modo en que algunas mujeres no se plantean en absoluto prescindir de ella, las hay que tienen bastante claro que no desean utilizarla, y luego están las que prefieren tomar la decisión sobre la marcha.

¿Qué es lo que lleva a algunas mujeres a preferir un parto sin epidural? ¿Realmente la epidural es tan mala como cuentan algunas? Las que nos vais leyendo o participáis en nuestros cursos sabéis que en Mater Training no nos casamos con un tipo concreto de parto, sino que apostamos por dar la máxima información posible para que cada mujer tenga suficientes herramientas para tomar sus propias decisiones. Hoy hablaremos sobre la analgesia epidural: ¿qué ventajas tiene? ¿Es cierto que frena el parto? ¿Es cierto que aumenta las probabilidades de instrumentación?

Más que “anestesia”, la epidural es una “analgesia”, ya que más que la sensibilidad lo que quita es el dolor. Y una buena analgesia epidural quita el dolor del trabajo de parto sin producir un excesivo bloqueo motor, es decir, sin dejar a la mujer sin poder mover las piernas. Consiste en administrar anestésicos locales a través de un catéter insertado en el espacio epidural, el cual está situado dentro de la columna vertebral y alrededor de la médula espinal (por fuera de una membrana llamada duramadre, de ahí el nombre de “epidural” o “peridural”).

¿Es cierto que la analgesia epidural frena o alarga el parto? ¿Aumenta la necesidad de oxitocina y de instrumentación? ¿Impide pujar?

Tras administrar analgesia epidural podemos observar una disminución del ritmo y la intensidad de las contracciones, pudiendo hacer que se alargue la fase de dilatación o que se requiera el uso de oxitocina o la rotura artificial de la bolsa para reactivar el proceso. Pero esto no es así siempre, y también podemos observar el efecto contrario: que con la relajación de la madre y de todos sus tejidos se produzca una dilatación rápida y un descenso fácil del bebé a través del canal del parto.

Es importante tener en cuenta la dosis de analgesia utilizada. Cuando ésta es baja, la madre nota las contracciones sin que le duelan, y permite el pujo y no alarga el expulsivo. Si es alta, o se utiliza una combinación que produzca un excesivo bloqueo motor, puede reducirse el reflejo de pujo, y las probabilidades de necesitar el uso de algún instrumento (fórceps, ventosa o espátulas) aumentan. En cambio, con dosis bajas no se han demostrado diferencias respecto a los partos sin epidural.

El uso de analgesia peridural no implica necesariamente que la mujer deba estar tumbada boca arriba todo el rato y que deba pujar en posición ginecológica. Existen posiciones alternativas compatibles con la analgesia (las detallamos en nuestra clase sobre “Posturas durante el trabajo de parto y el expulsivo”) que dan más movilidad a la pelvis y facilitan el descenso del bebé.

¿Tiene efectos secundarios sobre la madre? ¿Y sobre el feto?

La complicación más frecuente es la disminución de la tensión arterial con la administración de la primera dosis de analgesia, con la consecuente sensación de mareo y sudoración. Pero esto lo prevenimos administrando sueros antes de la colocación de la anestesia para tener a la madre bien hidratada. Y, si ocurre, se puede corregir con algunos medicamentos o simplemente colocando a la mujer tumbada de lado. Por este motivo se controla la tensión arterial con frecuencia una vez administrada la analgesia.

Otros efectos secundarios leves que podemos encontrar son calambres, temblores, menor movilidad de las piernas, náuseas y vómitos, dolor de espalda, picores en la piel o retención de orina. De ellos los más frecuentes son los temblores.

También puede ocurrir que accidentalmente se pinche la duramadre (capa que recubre la médula espinal), produciendo dolor de cabeza durante los primeros días siguientes al parto, y que se soluciona en 5-7 días con reposo y calmantes.

Las complicaciones graves como las infecciones o los hematomas son realmente anecdóticas y muy muy poco frecuentes.

Los anestésicos locales utilizados no suponen un riesgo para el bebé ni tienen ningún efecto sobre la lactancia tras el parto. Sí que es cierto que una hipotensión brusca puede producir un descenso de las pulsaciones del bebé, pero todo se suele normalizar tras corregir las cifras de tensión arterial.

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¿Funciona siempre?

La analgesia epidural puede ser administrada a la mayoría de mujeres, pero no a todas, ya sea por algún problema médico o por dificultades técnicas. Permite que la mayoría de mujeres que la deseen tengan un parto sin dolor, pero aproximadamente el 10% de las mujeres que la utilizan pueden seguir sintiendo dolor, ya sea en todo el abdomen o solo en una región anatómica concreta (lo que conocemos como laguna).

La analgesia quita el dolor del parto. Lo que la mujer seguirá sintiendo, sobre todo en el expulsivo, es la presión de la cabeza sobre el periné. Es una sensación extraña, como si se tuviese un melón en la vagina, que no es dolorosa pero si no se sabe a qué se debe puede resultar desagradable. Esto se podría intentar mitigar con dosis altas de analgesia, pero entonces la mujer tendría una movilidad muy limitada y un reflejo de pujo muy reducido.

¿Con analgesia se disfruta más del parto?

El concepto de “disfrutar es muy relativo. Para algunas mujeres no sentir dolor les permite disfrutar del momento, en cambio otras le encuentran más sentido al hecho de sentir todo lo que está ocurriendo en su cuerpo, y lo viven mejor sin analgesia. ¿Se disfruta más una carrera de ciclismo pedaleando bajo el sol o viéndola desde la televisión? Al ciclista le duelen las piernas, pero es un dolor satisfactorio para él, aunque no todo el mundo comparte esta satisfacción.

Por tanto, es una cuestión personal que depende mucho de cómo se quiera vivir el parto y qué expectativas se tengan.

Así pues, ¿es mejor para el bebé nacer sin analgesia epidural? ¿O tiene también ventajas para él?

Para una madre su hijo es lo más importante, y si se le dice que una opción es mejor para su bebé aunque le duela, pasará por lo que haga falta. Así que hay que ir con cuidado con determinadas afirmaciones.

De entrada, dolor puede hacer que suba la tensión arterial y que se reduzca el flujo de sangre hacia la placenta. Aumentan las hormonas relacionadas con el estrés, que pueden reducir el aporte de oxígeno hacia la placenta, y además la madre puede tener tendencia a hiperventilar, lo cual también puede afectar negativamente la oxigenación fetal. En cambio, el uso de analgesia evita todo esto, teniendo efectos beneficiosos sobre la oxigenación del feto.

Ya hemos comentado que los anestésicos utilizados no suponen un riesgo para el bebé ni tienen ningún efecto sobre la lactancia tras el parto.

Por el contrario, el hecho de poder enlentecer el parto y de aumentar la probabilidad de instrumentalización (si se utilizan dosis altas) puede hacer pensar que no es tan preferible para el bebé. Nosotras pensamos que un hecho puede compensar al otro, es decir, que no es ni mejor no peor para el bebé nacer con o sin analgesia. Lo ideal para el bebé es un trabajo de parto que evolucione de manera relativamente rápida y un expulsivo fácil y no excesivamente prolongado.

En definitiva, la decisión es de la madre una vez puesta toda la información sobre la mesa. Sea lo que sea, lo que ella elija será la opción válida para ella. Lo que es importante es tener claro por qué se opta por una cosa o la otra, y qué ventajas tiene cada una. El miedo sin fundamento no nos lleva a ningún sitio.