Mi segundo hijo llegaba con 14 años de diferencia con el primero, esta vez una hermosa niña.

Después de tantos años todo era como la primera vez, me sentía novata en muchos aspectos y es que mi segundo parto no puede ser entendido sin el primero.

Tenía 16 años, estaba en una nube, a veces de tormenta y a veces de algodón.  Después de un embarazo complicado, abandonada por el padre de mi hijo, la vergüenza había hecho que no se lo contara a nadie hasta que mi madre se dió cuenta cuando ya estaba de 7 meses, 7 meses de silencio y de no hacerme ninguna revisión del embarazo. No viví los preciosos momentos de ver crecer la barriga ni sentir como se movía el bebé dentro de mi.  Fue todo tan complicado y me encontraba en tal estado de shock que el parto fue como un sueño. No sentí dolor, no sufrí nada en ningún momento. Mi cuerpo de adolescente, fuerte y entrenado hicieron que mi hijo casi naciera solo.

Con este recuerdo en mente me encaminaba a mi segunda vez, un domingo desperté y al ir al baño expulsé el tapón, por la tarde empezaron las contracciones.  Me fui a pasear mucho para facilitar el trabajo de parto todo lo posible pero por la noche la cosa se calmó. Así pasaron los días hasta el miércoles por la mañana.  Dos largos días de contracciones, sin dormir y a penas sin comer por las recomendaciones de mi médico. Estaba exhausta.

Una vez en el hospital todo se aceleró. Mi familia me acompañaba. Mi mamá me decía: – Las contracciones son muy seguidas ¿llamo a alguien?, aún sonrío cuando lo recuerdo, me lo repetía constantemente pero yo ya había empezado a oírlos a todos como si estuvieran muy lejos, como si me encontrara en una maravillosa burbuja de felicidad y dolor.

En dos horas rompí aguas y ya de 8 cm ,era hora de ir a paritorio.

Había decidido una parto natural, estaba muy ilusionada y motivada, quería hacerlo sola, quería vivir mi propia experiencia y así fue, vaya si lo fue. Las dos horas en el paritorio están confusas, en seguida entré en una espiral de dolor sin descanso, perdí el ritmo de mi respiración y me costó un buen rato recuperarlo. Cada segundo se hacía eterno, una carrera cuesta arriba. Estaba cansada pero ya no podía volver atrás ni pararme a descansar, la mecha estaba encendida y esa, amigas, ya no se puede parar.

Mi hija venía con la cara hacía arriba y esto da unas ganas tremendas de empujar antes de lo debido, la carrera se hacía aún más dura porque debía luchar contra mi propio cuerpo, que se contraía por completo con cada contracción,  quería empujar con todas mis fuerzas pero no debía hacerlo y es realmente difícil, os lo aseguro.

Llegó un momento en el que mi mente se apoderó de la situación y me dije a mi misma que tenía que sacarla, tenía que empujar con todas mis fuerzas, ya estaba dilatada y aunque oía a mi matrón como me decía:  respira, aguanta, aún no; yo decidí que si y empecé a empujar y a empujar con cada contracción, notaba como mi pequeña se movía,  como descendía con cada esfuerzo. Ya no había dolor, solo una extraña conexión con ella, la visualizaba dentro de mi, le daba la mano para ayudarla a encontrar el camino que la traería hasta mi y por fin la noté pasar esa frontera en la que ya no hay nada, sabes que solo queda un empujón más. Avisé al matrón:  – La niña! La niña!

Me dijo:- Es pronto , y cuando miró se dio cuenta de que estaba ahí.

Yo estaba de lado en la camilla porque era lo adecuado para la posición en la que venía mi pequeña,  eso la ayudaría a girarse sola. Por fin el último empujón,  sabía que ya estaba, que se acababa el duro camino que me había llevado hasta ahí.  En un mágico segundo estaba sobre mi, mi niña,  mi tesoro. Ese olor a vida, a amor, ese calor que desprende se queda en ti para toda la vida.

Ánimo a todas las futuras mamás a que se propongan dar a luz de forma natural. La libertad de movimiento, de colocarte como quieras, andar, ¡qué importante es andar! Siempre hay excepciones, hay situaciones en las que no es posible, no es mejor ni peor pero intentarlo merece la pena. No es una camino de rosas y hay momentos en los que crees que ya no puedes más pero si se puede, es maravilloso.