Quienes hayáis visto la película “Los días que vendrán”, dirigida por Carlos Marqués-Marcet y protagonizada por María Rodríguez Soto y David Verdaguer, sabréis que en ella se sigue la historia del embarazo y parto de sus protagonistas. La pareja prefirió vivir el nacimiento de su pequeña en la intimidad, alejados de las cámaras. Lupe nació por cesárea, y David pudo estar junto a María en ese momento tan especial, y una vez con la niña en brazos no les separaron en ningún momento. Algo cada vez más frecuente en los hospitales de nuestro país, pero que todavía no se ha extendido del todo.

Carlos Marqués-Marcet no quiso mostrar el típico parto de película. A través de Isolda, paciente mía, su equipo contactó conmigo. Quería filmar un nacimiento por cesárea, pero con la madre acompañada por su pareja, con contacto precoz piel con piel y sin separaciones innecesarias. En definitiva, como las hacemos en mi hospital (Hospital Universitari General de Catalunya) desde hace varios años. Pedimos permiso en el hospital, y esperamos a tener alguna madre que requiriese una cesárea programada. Varios días después Laura, paciente de mi compañera Cristina, accedió en seguida a colaborar con el proyecto. Cámara, acción, y Cristina y yo asistimos al nacimiento. Bajamos el telón estéril para que Laura pudiese ver la salida de su pequeño, y nada más nacer Diego, el comadrón, le colocó al bebé sobre el pecho, piel con piel. He de decir que la superposición de las imágenes reales con las de la película quedó espectacular.

Tras el estreno de la película mi amigo Albert Solé, periodista, fue a verla con su mujer. A los pocos días comimos juntos, y cuando me lo comentó le expliqué que yo había estado en esa cesárea. Él, que había tenido dos hijos por cesárea y tuvo que esperar fuera, tenía muchas ganas de visibilizar el parto por cesárea y la tendencia actual de muchos centros a convertirla en una vivencia más positiva. Le animé y le ofrecí toda la ayuda que necesitase, porque creo que es un tema del que hay que hablar más. En nuestro país más de una cuarta parte de los bebés nacen por cesárea.

El pasado lunes 11 de noviembre Albert vino al hospital acompañado de Cristina Calderer, fotógrafa. Bernat estaba a punto de nacer por cesárea y sus padres, Miriam y Joan, habían aceptado participar en su reportaje. El comadrón era el mismo que en el rodaje para la película: Diego. La cámara de Cristina captó instantes mágicos. Joan estaba sentado al lado de Miriam, y ambos pudieron ver nacer a Bernat y tenerlo en brazos nada más nacer. Tras terminar la cirugía, los tres permanecieron juntos en la misma habitación, con Bernat mamando tranquilamente.

Este sábado 23 de noviembre el suplemento “Criatures”, del Diari Ara, publicó en portada el reportaje de Albert. En él narra el nacimiento de Bernat y entrevista también a los protagonistas de “Los días que vendrán”, María y David. Algo realmente necesario por dos motivos: en primer lugar, da visibilidad al nacimiento por cesárea. En las películas y en las redes sociales se tiende a mostrar partos vaginales, fáciles y rápidos. Pero no todos son así, y hay que enseñar todas las caras de la moneda. En segundo lugar, las cesáreas se pueden hacer de muchas maneras, y se pueden vivir de muchas maneras. Cada vez hay más hospitales que apuestan por dar una connotación más familiar y humana al parto por cesárea: con la pareja o acompañante al lado de la mamá, con el bebé piel con piel con la madre (o con su pareja), evitando separaciones para la recuperación tras la cirugía… incluso dejando que los papás vean la salida del bebé y, en caso de cesáreas asistidas, siendo la madre la que, tras un lavado de manos minucioso y con el uso de guantes estériles, recibe al bebé con sus manos. Yo personalmente prefiero retrasar el primer contacto unos segundos y que sea directamente, sin guantes, porque no hay nada como tocar al bebé por primera vez.

Pero todavía quedan muchos hospitales reticentes al cambio: argumentan que se trata de una cirugía, que el padre se podría desmayar, que siempre se ha hecho así, que el circuito de quirófano no lo permite, que no hay nadie que pueda controlar a la madre y al bebé a la vez… pero si se quiere, se puede. Y si no poder tener un parto vaginal ya supone un disgusto para muchas mujeres, la vivencia de una cesárea de una manera o de la otra, con su pareja fuera, dándole un beso al bebé y no viéndolo hasta pasadas dos o tres horas, no tiene nada que ver. Y por este motivo son necesarios reportajes como los de Albert Solé, o escenas como la de la película de Carlos Marqués-Marcet. Las mujeres han de saber que pueden tener, como yo la llamo, una cesárea en familia. Y, si esto es importante para ellas, han de tenerlo en cuenta cuando se plantean elegir hospital para dar a luz. Algunos centros han innovado mucho respecto al parto vaginal, y tienen instalaciones de película, pero cuando llega la temida cesárea están a años luz. Pero por suerte, a día de hoy son muchos los hospitales, tanto públicos como privados, que han apostado por el cambio, y esto me alegra enormemente. No olvidemos que la Organización Mundial de la Salud, en su guía más reciente de recomendaciones en la atención al nacimiento, da el mismo peso a la calidad de los cuidados médicos que a la vivencia de la mujer.

 

Gracias Albert, gracias Cristina, gracias Carlos, María y David, gracias Laura, gracias Miriam y Joan, y gracias a mis compañeros por subir a este tren.