Hace unas semanas, en una de las videollamadas con nuestra tribu virtual, la duda estrella entre las asistentes era el dolor, la analgesia epidural y las sensaciones que se experimentan en el parto. Así que hoy haré un poco de resumen de lo que comentamos ese día y hablaré sobre el dolor del parto.

 

Cuando hablamos de técnicas para aliviar el dolor del parto, solemos hacer referencia al concepto de “control del dolor”. Pero el dolor, más que controlarlo, se gestiona: no todo es quitarlo, sino que también se pueden hacer otras cosas para sobrellevarlo mejor sin eliminarlo.

Tras la palabra “parto” viene a la cabeza el término de “dolor”. ¿Y qué es el dolor? Se trata de una percepción sensorial subjetiva más o menos intensa, molesta o desagradable que sentimos en una parte del cuerpo, y que tiene como resultado una reacción emocional del mismo tipo. El estímulo doloroso llega a terminaciones nerviosas sensitivas y, de allí, viaja hacia la médula espinal y posteriormente al cerebro, donde se procesa, y el resultado de esto es que percibimos dolor en un lugar o en otro según de dónde venga el estímulo y, a partir de aquí, generamos una respuesta emocional.

Cada persona tiene una intensidad de dolor a partir de la cual un estímulo le resulta doloroso: el umbral del dolor. Tanto éste como la tolerancia al dolor (la intensidad máxima de dolor que podemos soportar) varían de una persona a otra y de un momento a otro, entre otros motivos por factores emocionales. De hecho, ya he comentado que la sensación dolorosa no deja de ser una respuesta emocional a un estímulo físico. Y en este concepto se basan algunos métodos de preparación al parto, entrenando técnicas para sobrellevar las contracciones, percibir menos dolor y eliminando el miedo al parto y al dolor.

El dolor del parto es entre moderado e intenso. Con cada contracción se endurece el útero y se dilata el cuello, y esto estimula terminaciones nerviosas de la columna dorsal y lumbar, que dan como resultado la percepción de dolor en la barriga y en la espalda, el cual se irá intensificando a medida que progrese el parto. Además, mientras la cabeza va bajando por el canal del parto ejerce presión sobre los tejidos del suelo pélvico, la vagina y el periné, estimulando raíces nerviosas de la zona sacra, altamente sensibles, añadiéndose dolor en la parte baja de la espalda, genitales y muslos. Cuando nace el bebé se siente una quemazón muy intensa alrededor de la vagina, la vulva y el periné.

Muchas mujeres temen al parto, pero en realidad, si lo piensan dos veces, lo que más miedo les da es el dolor. Aunque no hayan parido nunca, y no lo hayan experimentado nunca, han oído connotaciones negativas al respecto durante toda la vida. ¿Por qué el dolor se ve como algo tan negativo? En realidad es una señal de advertencia que nos dice que algo no va bien, que estamos en peligro, y automáticamente generamos un sentimiento de miedo frente a él. Y el miedo, en el fondo, nos protege frente a algunas amenazas, permitiéndonos alejarnos de ellas, como por ejemplo quemarnos con fuego o caernos por un precipicio. Pero no todos los dolores implican peligro o sufrimiento. ¿Es sufrir pedalear cuesta arriba en una vuelta ciclista a pleno sol? Para algunas personas sí, y para otras no, e incluso es satisfactorio. Todo depende de la connotación que nosotros mismos demos al dolor.

El dolor del parto se puede reducir o eliminar mediante diferentes métodos, algunos de ellos no farmacológicos (no usan medicamentos) y otros farmacológicos, como la analgesia epidural, de la que hemos hablado en otros artículos y a la que dedicamos una clase en nuestros cursos online. Cada mujer ha de decidir libremente cómo quiere gestionar el dolor durante su parto, sin que haya una opción mejor que otra. No es una cuestión de valentía o de aguante, sino de buscar la vivencia que mejor se adapte a las expectativas y necesidades de cada mujer. Hay quien tiene muy claro qué quiere desde el principio, y hay quien prefiere decidirlo sobre la marcha, según cómo vayan transcurriendo las cosas.

Las sensaciones, sobre todo si no se han vivido nunca, se pueden imaginar, pero hasta que una no está metida de pleno en el proceso no se hará la idea de cómo es. Incluso varían mucho de un parto al otro en la misma mujer, porque dependen de la intensidad de las contracciones, de la colocación del bebé, de cómo va bajando la cabeza, de si la bolsa está íntegra o rota, de si se llevan muchas horas de parto o, incluso, de cómo se encuentra la madre a nivel emocional. Ni hay dos mujeres iguales ni dos nacimientos iguales. Lo más importante es, sobre todo, buscar la vivencia positiva, que es lo que va a quedar para siempre en la memoria.

Hay mujeres que sueñan con un parto sin analgesia epidural pero llega un momento en el que dejan de disfrutarlo y deciden solicitarla. Y esto puede generar frustración y sensación de derrota, como si no fuesen lo suficientemente fuertes, y no siempre se lleva bien. Pero un parto no es un reto ni un concurso, y adaptarse a un cambio de planes y seguir disfrutando es de valientes. También las hay que tenían claro dar a luz con epidural, y por lo que sea acaban pariendo sin, o con ella pero sin que funcione, a veces con miedo, experimentando sensaciones que no se esperaban… en definitiva, un parto es una caja de sorpresas y hay que estar preparada para cualquier giro inesperado.

Para acabar, es importante conocer la diferencia entre la anestesia y la analgesia. La anestesia elimina tota la sensibilidad, incluido el dolor, pero también el tacto. En cambio, la analgesia quita el dolor, pero se sigue sintiendo. Y en el parto, la epidural es una analgesia: las sensaciones siguen estando ahí, la barriga se pone dura, cuando baja la cabeza se nota presión como si se tuviese un melón entre las piernas, y la vagina quema cuando sale el bebé. Hay que estar preparada para sentir. Algunas mujeres están mentalizadas para no sentir nada, y no llevan nada bien estas sensaciones, se asustan, se piensan que la analgesia no está haciendo efecto… y es importante meterse esto en la cabeza: se puede parir sin dolor, si este es el deseo de la mujer, pero no sin notar nada. Y prepararse para el parto, más allá de teoría y ejercicios, es prepararse para sentir.