Si el final del embarazo puede hacerse pesado, y el calor puede resultar agobiante, imaginaros si sumamos ambos factores: embarazo en la recta final y pleno agosto. Con todo el mundo planificando sus vacaciones, la ciudad medio vacía, y sin poder irse demasiado lejos por si el bebé llama a la puerta. Así debéis estar muchas de las que nos leéis estos días, así que esta entrada va por vosotras. Nosotras también hemos pasado por ello, así que también os podemos contar nuestras experiencias.
Pesar unos cuantos quilos más que otros veranos, junto con tener una barriga importante, hace que el calor no se soporte con tanta dignidad. La sensación de agobio puede ser considerable, pudiendo tener sensación de mareo o de falta de aire. Os recomendamos llevar siempre un kit de supervivencia anti-calor en el bolso cuando salgáis de casa:
- Pulverizador de agua para refrescarse
- Una botella de agua para hidratarse a menudo
- Abanico
Carolina: “Vivir con quince quilos de más durante el mes de julio a 32 grados (y un bebé de veintiún meses) es duro, sí. El calor no ayuda nada, aunque encontré algunas formas que me ayudaron a aliviar muchos momentos, como ducharme continuamente. También llevaba un spray de agua en el bolso con el que me iba mojando la cara cuando salía a la calle, ¡y mucha crema solar! Los pies se me hinchaban muchísimo, y entre las duchas de pies y el gel frío que me regaló mi suegra conseguía algo de alivio. Incluso necesité alguna sesión de presoterapia. Dormir también era complicado, un camisón fresco era mi uniforme, y nunca faltaba una almohada entre las piernas”.
La hinchazón de pies y piernas tan habitual en la recta final del embarazo se agrava con las temperaturas elevadas. Lo vemos a diario en la consulta en estas fechas. Para combatirla aconsejamos tener los pies en alto siempre que se esté descansando, duchas de agua fría, masajes con algún gel frío (ojo con sus componentes, consultad a vuestro médico que os puede recomendar alguno), sesiones de drenaje linfático o presoterapia. Hay que evitar el calzado apretado, que puede dejar marcas y facilitar que salgan ampollas.
Caminar es ideal para estar en forma y reducir la hinchazón, pero no a las doce del mediodía bajo un sol abrasador. A esas horas, o se camina por la playa o por el centro comercial con aire acondicionado. La mejor hora para dar un paseo es a primera hora de la mañana o cuando ya se ha escondido el sol, antes de cenar o incluso después, para irse a la cama un poco más fresca. En cambio, durante las horas de máximo calor lo ideal es estar en casa, en lugares frescos o con aire acondicionado o bien en remojo. Porque aunque algunos digan que no, las embarazadas pueden bañarse en la playa o en la piscina (evitando, por precaución, el baño en piscinas públicas cuando ya se ha expulsado el tapón mucoso, se está dilatada o se han roto aguas).
Laura: “Tuve a mi hija mayor en junio, y el último mes temía pasar calor. Me compré un bañador de embarazada y me hice socia de la piscina municipal, esperando poder chapotear para combatir el calor mientras esperaba la llegada de mi pequeña… pero hizo un mes de junio horroroso y poco vimos el sol, y no llegué a estrenar mi bañador. De hecho, el primer día que salió el sol rompí aguas. Me ahorré el calor con la barriga gorda, pero en cambio sufrí el posparto en pleno verano… la semana que viene os lo cuento.”.
Parir en verano también tiene su historia. Incluso hay estudios que demuestran que la duración de los embarazos se acorta en épocas de calor extremo, por el estrés que suponen las temperaturas elevadas. Hay que saber que los hospitales siguen abiertos, y que no todo el personal hace vacaciones en agosto. Algunas mujeres se angustian porque el ginecólogo que les lleva el embarazo se marcha de vacaciones, pero seguro que antes de irse se encarga de dejarlas en buenas manos. Nosotras lo hacemos, y nos vamos de vacaciones la mar de tranquilas confiando en nuestros compañeros que se quedan trabajando. Siempre es mejor esperar a que el parto se inicie de forma espontánea en lugar de inducirlo simplemente porque llega agosto.
Laura: “Conocí a Carolina en verano, embarazadísima de la pequeña y con la mayor, que hacía poco que andaba, a cuestas. Para mí fue una heroína en toda regla. Recuerdo cómo me explicaba que su ginecólogo se marchaba de vacaciones, y me preguntaba si conocía a los doctores que le había propuesto para que le asistiesen. Al final no hizo falta, y su peque nació el último día que su médico trabajaba, pero parió tan bien que si la hubiese asistido otra persona no habría cambiado nada. Y el parto de Sonia, cuya ginecóloga era yo, me pilló en bikini, y ese día cambié la playa por la sala de dilatación por una muy buena causa”.
En los partos veraniegos se pasa calor, se suda más con las contracciones, y suele apetecer más meterse en remojo. Todos tenemos en mente la imagen peliculera de una parturienta siendo abanicada… y es que el consumo de energía durante un trabajo de parto puede ser comparable con el del deporte extremo. Es importante mantenerse hidratada durante el trabajo de parto, y tener el abanico bien a mano. Y si molesta la típica bata de hospital… fuera. Algunas mujeres están bien a gusto desnudas, pero no es mala idea llevar una camiseta fina de tirantes y unas braguitas de algodón para sentirse más cómoda cuando la bata molesta.
Hasta aquí la calurosa entrada de hoy. La semana que viene seguiremos con las altas temperaturas, esta vez hablando del posparto en verano. ¡Recordad que no cerramos por vacaciones!
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