Hemos hablado del posparto un montón de veces en nuestro blog. De hecho, en nuestros cursos online dedicamos ni nada más ni nada menos que trece clases a esta etapa, lo que supone aproximadamente un 30% de nuestro temario. ¿Por qué somos tan insistentes? Pues porque lo vemos a diario en la consulta, y lo hemos vivido en nuestras propias carnes: lo que se vive en el posparto, por mucho que a una se lo expliquen, no se lo imagina nadie.
Al posparto no hay que tenerle miedo, pero sí respeto. Emocionalmente es una auténtica montaña rusa: hemos abandonado nuestra vida anterior para adentrarnos en otra nueva (y mejor), tenemos las hormonas a mil por hora, un pequeño ser dependiente que nos necesita constantemente… y físicamente no es nuestro máximo momento de glamour.
Cuando nace el bebé empieza la maratón de controles pediátricos: todo el mundo nos pregunta si come, si hace cacas, si duerme, si llora, lo pesan, lo miden, lo exploran… ¿alguien nos pregunta cómo estamos? Para que el bebé esté bien, su madre debe estar bien. Así que a los pocos días del parto, ya instalados de nuevo en casa, es muy recomendable hacer una visita de control. En nuestro hospital la suelen hacer las matronas, pero a veces también las hacemos nosotras, las ginecólogas. No hace mucho me vino a ver una paciente a los ocho o diez días del parto. El parto había ido fantásticamente, llevaba algún punto en el periné pero no había necesitado episiotomía, y la lactancia parecía que funcionaba. Es decir, que estaba teniendo un posparto tirando a fácil, pero aun así necesitaba apoyo y comprensión. Después de hablar un rato con ella y repasar todas sus dudas, le dije: <<¿cómo nos hemos de ver, eh?>>.
Y es que en el posparto inmediato estamos lidiando con la subida de la leche, de modo que vamos goteando por todas partes, y por tanto además de sujetadores de lactancia usamos discos protectores o conchas recolectoras o cualquier artilugio para evitar mancharnos. Le damos un pecho al bebé, pero a la vez gotea el otro, y entramos en la ducha y gotean los dos. Y la mitad del día aproximadamente vamos con un pecho fuera.
Además hay sangrado vaginal: los llamados loquios. La pérdida es más abundante durante los primeros días, y luego se hace más leve, pero puede alargarse más allá del mes. Por ello utilizamos compresas de algodón o celulosa, que no son precisamente delgadas (las típicas extraplanas con plástico no se recomiendan, pues no transpiran lo suficiente), y entre ellas y los puntos (si los hay) no caminamos con nuestro mejor estilo. Ambas cosas hacen que vistamos con ropa ancha y cómoda, sin ir siempre a la última moda, y con alta probabilidad de llevar alguna mancha de leche regurgitada o babitas.
A parte de los loquios, en el parto hemos perdido más o menos sangre, de modo que entre esta palidez y las ojeras por no dormir tanto como antes no lucimos nuestro mejor color de cara, y muchos días no tenemos ni tiempo para pensar que el maquillaje existe. Puede haber dolor físico, aunque el parto haya ido perfecto, y cómo no cierto agotamiento por las noches de fiesta que nos regala nuestro bebé.
Ante todo este escenario, una mujer que acaba de parir necesita que la cuiden, que la entiendan, que se empatice con ella. Necesita sentirse segura, oír que lo está haciendo bien, y sobre todo saber que todo lo que está viviendo y sintiendo es normal y que no se está torciendo nada. Verse guapa aunque esté pálida y con ojeras. Aquí el papel del pareja es fundamental. Yo elogio mucho a las parejas que cuidan, abrazan, comprenden y no exigen demasiado a la reciente madre. Y también me encantan los (o las) que se sinceran con el profesional, que transmiten sus dudas, que quieren aprender para hacerlo aún mejor. En realidad esto es lo “normal”, lo que se espera de ellos, pero a la hora de la verdad no todos son capaces de gestionar la situación. Por ello nosotras aconsejamos que las parejas también se informen antes del parto de lo que viene después, y en nuestros cursos hacemos referencia al papel del acompañante en el parto y en el posparto.
Pero, además de la pareja, los profesionales también hemos de brindar apoyo y expresar nuestra comprensión hacia la reciente madre. Las hemos de mimar, las hemos de ver con la frecuencia que necesiten, resolver sus dudas, acompañarlas. Aunque una puede estar muy rodeada de personas pero sentirse sola, sola en su causa. ¿Qué mejor que compartir vivencias con otras mujeres que estén pasando por la misma etapa vital? Si tenemos la suerte de tener amigas que acaban de ser madres es fantástico, pero si no no se nos ocurre hablar con ellas de nuestra preocupación sobre si las cacas del bebé tienen grumos. El lugar ideal para ello es un grupo de lactancia o crianza, en el que todas las madres están en la misma situación, comparten preocupaciones y se apoyan mutuamente con sinceridad y empatía.
En resumen, en el posparto hemos de tejer un lazo entre todos, un cojín en el que la madre se puede apoyar, y también dejarse caer cuando lo necesite. Pareja, familia, amigos, profesionales, grupos de apoyo… Habrá hay días mejores y días peores, pero de todo se sale, y más adelante se recuerda con cariño y hasta se pueden escapar unas risas. ¡Ánimo, valientes!
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