Si os pregunto si existe el parto ideal, ¿qué diríais? Probablemente la mayoría de vosotras responderíais que sí. Pero si os pregunto cuál es, cada una me dará una respuesta diferente. Y, si os lo pregunto después de haber tenido a vuestro bebé, puede ser que algunas expliquéis que a pesar de no haber tenido el parto que habíais imaginado habéis tenido un nacimiento ideal. Igual que cada novia tiene su vestido, y el que le queda genial a una no favorece nada a otra, cada mujer tiene su parto y su vivencia del mismo.

No hay un estándar de nacimiento ideal que lo haga mejor que los otros, no hay un patrón fijo que lo haga mejor. Todo depende, básicamente, de cómo se viva, y de qué se había esperado previamente, es decir, de qué expectativas se tenían. Hay tendencia a pensar que el parto rápido y sin epidural es el mejor. Depende. Llegar al hospital en dilatación completa, con el bebé casi coronando, es un regalo caído del cielo para algunas mujeres, pero para otras puede ser una experiencia demasiado intensa y que incluso deje un mal recuerdo.

Aun así, hay una serie de ingredientes que contribuyen a que el nacimiento sea vivido como ideal, sea cómo sea. El primero de todos es que la madre y el bebé (y la pareja, si la hay) sean el centro de la asistencia. Para ello, la madre ha de poder expresar sus expectativas, ser escuchada y participar en la toma de decisiones durante todo el proceso. La mujer no ha de ser un sujeto pasivo, sino que ha de participar activamente en su parto. El resto (matronas, obstetras, etcétera) somos necesarios, pero solo como invitados.

La comunicación es algo esencial durante el nacimiento, y antes y después. ¿Cuántas mujeres se quejan de falta de información durante el embarazo y el parto? ¡Muchísimas! Lo mismo, con o sin las debidas explicaciones, se puede vivir de forma muy diferente.

Por ejemplo:

“Mira, hemos intentado que tu bebé pudiese nacer por vía vaginal, pero por (el motivo X) no es posible, de modo que tendremos que hacerte una cesárea. ¿Te parece bien? ¿Tienes alguna duda? Ahora pasaremos al quirófano, pero tranquila que te iremos explicando todo lo que vaya ocurriendo”.

“Hay que hacerte una cesárea. Firma aquí que nos vamos a quirófano”.

¿Con cuál de las dos situaciones os quedáis? Está claro que hay situaciones emergentes en las que no hay mucho tiempo para las explicaciones, pero aun así algo tipo “hay que hacer una cesárea ya mismo, vamos a correr, vas a ver mucha gente y todo va a ir muy rápido” puede marcar la diferencia.

 

Los partos necesitan tiempo y paciencia. Los bebés tienen derecho a que se les de suficiente tiempo para nacer si todo está bien, y el hecho de que no se acelere el parto si no es necesario es un punto presente en muchos planes de parto. De hecho, las guías clínicas y recomendaciones actuales de atención al parto hacen especial hincapié en este punto. Las prisas, en la Sala de Partos, no son nada buenas. Nos hemos de guardar el reloj en el bolsillo, pero todos, no solo los profesionales. Un parto puede ser largo, y a veces la madre o su pareja o acompañante se ponen nerviosos, se sienten cansados…  El acompañante, si lo necesita, puede salir un rato a airearse, cargar pilas, tomarse un café o comer algo. Su papel es muy importante, y para dar todo el apoyo necesario ha de estar al 100%.

Es cierto que las horas pasan más deprisa cuando se está bien, y el acompañamiento recibido es un factor clave para esto. Acompañar es mostrar empatía, escuchar, sostener, apoyar, detectar necesidades y dar respuesta a ellas, resolver dudas, guiar, transmitir seguridad y confianza. Realmente, sea como sea el nacimiento, pequeños detalles pueden marcar mucho la diferencia y dejar huella para siempre.

Dónde transcurre el parto es importante. Y no tanto por si es bonito o no, sino por el ambiente que se respira. Salas pequeñas o antiguas pueden ser muy acogedoras y hacer que la mujer se sienta cómoda. Poder regular la luz, no pasar frío ni calor, poder moverse, sentirse libre, tener la intimidad garantizada o el acceso a un baño propio son detalles con peso. Actualmente se tiende a abandonar los espacios de aspecto quirúrgico, buscando ambientes agradables pero que a la vez tengan todo el material necesario para garantizar la seguridad de la madre y del bebé.

 

Otro tema que preocupa mucho a las madres es qué ocurre justo después del parto. Lo que más necesita un bebé recién nacido es estar con su madre, piel con piel, bien calentito. Si no hay ningún motivo médico que obligue a lo contrario, el bebé puede recibir todas las atenciones necesarias sobre el pecho de su madre. Y, si se desea lactancia materna, su inicio debe apoyarse desde los primeros minutos de vida. Si por lo que sea la madre no puede tener a su bebé piel con piel, su pareja u otro acompañante puede hacer esta función, dando calor al bebé.

El nacimiento no termina cuando sale la placenta. No sirve de nada tener un parto de cine y tener un posparto de película de terror. La atención en planta también ha de ser ideal, respetuosa con la madre y el bebé y las necesidades y ritmos de ambos. Hay que recibir apoyo a la lactancia y en todas las esferas del posparto y de la maternidad, y más en estos días de emociones a flor de piel.

En resumen, el nacimiento ideal es aquel que tiene lugar en un ambiente íntimo y tranquilo, sin prisas, con seguridad, escuchando a la madre y teniendo en cuenta sus expectativas, con una comunicación fluida y con un acompañamiento empático y cercano. Sea un parto normal, un fórceps, una cesárea, termine como termine, hay detalles que se han de cumplir siempre, y todo esto depende de las personas que integran el equipo de forma individual pero también de la organización del centro y de su filosofía respecto al nacimiento, haciendo que todo el mundo trabaje en la misma línea.