En el ámbito de la salud, en cualquier visita de cualquier especialidad se establece una relación entre la persona usuaria o paciente y el profesional que le atiende. Algo clásicamente llamado “relación médico-paciente”, pero en Obstetricia las visitas no siempre son con un médico, y el término “paciente” quizás da una connotación demasiado pasiva a la mujer embarazada, que no está enferma y que es la protagonista de la historia. Esta relación implica una serie de derechos y deberes para ambos, basados en el respeto mutuo y en la protección de las personas y de su intimidad.
La confianza es básica para ponerse en manos de alguien. En el ámbito de la salud, el profesional no siempre se elige. Pero ¿ qué es la confianza? Es un sentimiento hacia otras personas que implica la creencia de que se cumplirán los acordes tácitos o explícitos en los que se basa su relación, o que serán capaces de llevar a cabo una tarea concreta. Para convivir en sociedad y establecer normas comunes también se necesita confianza. Las personas confiamos en otras personas cada día y en muchos aspectos de nuestra vida. Podemos hacerlo de entrada, si no tenemos ningún motivo para confiar, o hacerlo después de que alguien se lo haya ganado. ¿De qué depende? De nuestra manera de ser, y también de nuestras experiencias previas. Si a una mujer le hicieron una cesárea con su primer hijo a las puertas de un puente sin un motivo demasiado franco, probablemente en un segundo embarazo le costará más encontrar a alguien en quien confiar, y puede ser que necesite más explicaciones o dude más de lo que se le diga.
Durante el embarazo, según la organización de cada centro, el seguimiento no siempre lo lleva a cabo la misma persona. Cuando las caras no cambian, la relación puede ser más fluida que cuando se ha de establecer en cada visita. La diversidad de profesionales no suele gustar demasiado a las futuras madres, todo el mundo necesita una persona de referencia en quien depositar su máxima confianza y a quien acudir si tiene dudas.
La confianza entre usuaria y profesional ha de ser mutua: el profesional también ha de confiar en la mujer y en la situación. Si alguien no está cómodo en un determinado escenario no podrá dar el mejor acompañamiento, y probablemente no podrá ofrecer a la mujer lo que necesita. A veces es mejor pactar un cambio. Por ejemplo, hay obstetras que no se sienten cómodos con un parto vaginal en un embarazo múltiple, o con un parto después de cesárea, y no pasa nada por derivar a la paciente a otro profesional. Es cierto que en ocasiones las expectativas de la mujer casan poco con el criterio de los profesionales, y en este caso quizás todos han de ceder un poco para encontrar el equilibrio, siempre buscando el beneficio para la madre y el bebé. En escenarios difíciles, hablar y escuchar es fundamental para encontrar el mejor camino.
La relación profesional-usuaria es, como su nombre indica, profesional. La Obstetricia es algo sumamente vocacional, y muchos de nosotros disfrutamos enormemente en nuestro día a día, pero hay que respetar unos límites, evitando la invasión de espacios personales o ciertas exigencias. Todo el mundo tiene unos horarios y unos canales de comunicación óptimos. Es importante sentirse cómoda con el profesional de referencia, pero un exceso de dependencia no es bueno para nadie. Es cierto que algunas situaciones especiales, o simplemente los años, acaban marcando y hacen que se de un poco más. Nadie mira el reloj cuando realmente hay una necesidad, y si hace falta se agilizan gestiones, pero siempre con sentido común. El descanso y la desconexión también son importantes para seguir dando la talla.
La mujer embarazada no está enferma, y esto hace que sea necesaria una mirada totalmente diferente respecto al resto de especialidades. Es una mujer sana, autónoma, informada, con expectativas y con necesidades, y está viviendo un acontecimiento social y familiar. Además, como se presupone que todo ha de salir bien, el nivel de exigencia es bastante más alto, y cuando el desenlace no es el esperado, por muy bien que se haya hecho todo, la angustia es máxima.
Siempre hay que evitar la supremacía en la relación profesional-usuaria, pero aquí más que nunca. Los médicos arrogantes solo hacen gracia en las series televisivas. El respeto ha de ser mutuo, no solo hacia la usuaria, sino también hacia los profesionales. Las faltas de respeto, las impertinencias y las agresiones físicas y verbales forman parte del día a día de muchos, y no son para nada tolerables. Si hay tensión, es responsabilidad de todos gestionarla de la mejor manera posible. Y si alguien no está cómodo, un cambio de profesional será la mejor opción.
Así pues, en Obstetricia se establece una relación entre la mujer y quien le atiende, igual que en otros ámbitos de la salud, pero con una serie de particularidades. Es muy necesario un acompañamiento más allá de aspectos puramente médicos y técnicos, hay que dar la mano y ayudar a la mujer a encontrar su propio camino y allanárselo lo máximo posible, pero ha de ser ella quien tome las riendas, porque la asistencia no está centrada en nadie más que en ella y su bebé. Y todo esto encontrando un equilibrio de respeto mutuo que permita un ambiente fluido en el que todo el mundo se sienta cómodo.
¿Qué tal os habéis sentido u os estáis sintiendo?
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