Esta pregunta siempre cae en algún momento del embarazo: en casa, en la calle, en la consulta, en la Sala de Partos… y es que la lactancia es algo que, aunque técnicamente forma parte del posparto, se empieza a cocer durante el embarazo. A veces la respuesta es “sí”, otras es “no”, y en ocasiones también es “lo intentaré”, que normalmente equivale a “no lo tengo del todo claro, empezaré, y veremos cómo va y cómo me siento”, con toda su escala de grises.

Como mamíferas que somos, las mujeres tenemos glándulas mamarias que se encargan de producir y excretar leche. Los bebés, cuando nacen, se alimentan de leche (por este motivo se les llama lactantes). Esta leche puede proceder del pecho de su madre, pero puede ser sustituible por una fórmula artificial que, sin ser propiamente leche, se intenta aproximar a ella. Es decir, el término “leche artificial” no es del todo correcto, porque la fórmula, aunque haga esta función, no es técnicamente leche.

La decisión sobre un tipo de alimentación u otra (o la combinación de ambas) es sumamente personal, y en ella influyen múltiples factores. Uno de ellos, pero no el único, es la información recibida durante el embarazo. Por este motivo decidimos hablar sobre lactancia en nuestros cursos. Todos sabemos, y está científicamente demostrado, que la leche materna tiene una calidad superior a cualquier fórmula. Contiene anticuerpos, tiene el equilibrio óptimo de nutrientes, es digestiva, es gratuita y está siempre a punto a la temperatura perfecta. Además, también protege a la madre del cáncer de mama. Cuando la lactancia materna funciona y es satisfactoria, puede ser una experiencia mágica.

Actualmente las mujeres reciben este mensaje durante el embarazo: se habla de ello en la preparación al parto, se les anima a dar el pecho, y tanto en la sociedad como entre los profesionales de la salud cada vez hay más consciencia sobre los beneficios de la lactancia materna. Además, hoy en día está prohibido hacer publicidad de fórmulas artificiales, pero no hace demasiados años se anunciaban por todas partes, los pediatras animaban a las madres a dar biberón y muchas hermanas y amigas no amamantaban. Este cambio de mentalidad, junto con un mayor apoyo a las madres que lactan, ha generado un aumento progresivo de las tasas de lactancia materna.

A pesar de esto, no todas las mujeres quieren dar el pecho. Hay muchos motivos, todos ellos válidos, y nadie, absolutamente nadie, tiene derecho a juzgar cómo una madre decide alimentar a su bebé. Algunos motivos pueden ser el fracaso de una lactancia anterior (resultando en una mala experiencia), factores culturales, una incorporación rápida al trabajo (no todo el mundo está dispuesto o puede extraerse leche), incomodidad frente a la idea de la succión del pezón, intranquilidad al no poder contabilizar qué come el bebé, sentir que no se llegará a todo (gemelos, otros hijos…) o el hecho e compartir la alimentación con la pareja. Estos argumentos se pueden compartir o no, pero la decisión final corresponde a cada madre y se ha de respetar.

No todo el mundo puede dar el pecho.

  • Algunas enfermedades de la madre o del bebé, o algunos medicamentos, lo impiden. Por suerte, hay muchos tratamientos con alternativas compatibles con la lactancia, y los diferentes especialistas cada vez son más conscientes de esto y hay menos interrupciones innecesarias de la lactancia. No obstante, a veces no hay otras opciones y hay que recurrir a la fórmula artificial.
  • Hay cirugías del pecho que conllevan la sección de conductos galactóforos, y pueden implicar una menor producción y eyección de leche, pero hasta que no nace el bebé y se ve cómo evoluciona todo no se puede afirmar nada. Y, si se confirma que hay menos leche, siempre se puede recurrir a una lactancia mixta (pecho y fórmula) si la madre tiene ganas.
  • También hay bebés con múltiples alergias alimentarias que sí que pueden tomar leche materna, pero sus madres han de evitar los alimentos peligrosos y ser muy estrictas con ello, y no todas se sienten seguras o están dispuestas.

En definitiva, ante un “me han dicho que no podré dar el pecho”, hemos de ofrecer el máximo apoyo y buscar las posibles alternativas, siempre respetando los deseos y las decisiones de la madre.

Hay quien asocia la lactancia materna a un mayor sacrificio o a dormir menos por la noche. Es cierto una madre que amamanta ha de estar siempre disponible, y si se marcha sin el bebé deberá extraerse leche o dejar alguna otra alternativa. Pero realmente, a no ser que sea por necesidad, pocas madres se separan de sus bebés durante los primeros meses. Y los bebés, coman lo que coman, no tienen interruptor ni se les pueden quitar las pilas: unos se despiertan más que otros, pero los de biberón también lloran por la noche, y los biberones no tienen efecto sedante.

La lactancia materna no siempre es fácil. Las hay que van perfectas, pero pueden surgir dificultades: dolor, grietas, poca producción, poco aumento de peso, mastitis… pero muchos de estos obstáculos se superan con el apoyo y el asesoramiento adecuado. Y, por suerte, cada vez hay más profesionales de la salud implicados y formados en el apoyo a la lactancia, o como mínimo suficientemente sensibilizados con el tema como para derivar a quien corresponda. No obstante, a veces por mucho apoyo que se reciba no se consigue una lactancia materna exitosa y placentera, y se decide cambiar de método de alimentación. Hay madres que toman la decisión los primeros días, y otras navegan semanas o meses a través de dificultad tras dificultad… ninguna es mejor ni más valiente ni más sacrificada que la otra, y nada es juzgable. 

 

Sobre todo, sea cuál sea el método elegido, y el que se acabe llevando a cabo finalmente, la decisión es de la madre. Sin presión, sin juicios, sin que nadie sea obligado a nada. Nadie se ha de ver coaccionado para dar el pecho, ni para continuar con una lactancia que está trayendo más disgustos que otra cosa, ni para interrumpir una lactancia si no es imprescindible. Los profesionales, pero también el entorno (pareja, familia, amistades…) estamos para apoyar, para hacer de pared acolchada. A veces es mejor no decir nada que meter la pata. Lo más importante es que la madre consiga ser feliz, que disfrute de la maternidad y que se sienta a gusto con la alimentación de su bebé y con todas las otras esferas de la crianza.